viernes, 8 de julio de 2011

LOST: LA URDIMBRE SIN TRAMA. Parte 2


Por Juan Diego Parra V.


3. Lost y la trama abortada

De las múltiples sub-tramas (que, como dijimos, nunca llegan a ser una trama) la más contundente es la que se refiere en el título de la serie: Perdidos. Al fin Jacob explica que ha llevado a la Isla a personas que, en su mundo, estaban perdidas. El sentido del Perdido va más allá del extravío: para la serie significa errancia, abandono, soledad, vagabundeo, destierro. Precisamente así son los personajes de Lost. Mas estos términos están íntimamente ligados al sentido mismo de lo insular. La Isla es la gran figura del desvarío y el desprendimiento. Como lo analiza perfectamente Gilles Deleuze, desde la geografía podemos considerar dos tipos de islas: las continentales, islas desprendidas de una tierra mayor y las oceánicas, surgidas de las profundidades luego de procesos milenarios de sedimentación. Las primeras son derivaciones, las segundas son originarias. Las islas continentales revelan una pérdida, una fragmentación, una amputación. Las oceánicas se presentan como un nacimiento, emergencia,  generación. Sin embargo, para los hombres que las habitan, ambos tipos de islas son imagen del desarraigo. Los hombres llegan a toda isla imitando el movimiento de separación continental, aunque lleguen a una isla oceánica. Toda isla para todo hombre está, así, abandonada, desierta, ella es consecuencia de la gran catástrofe o bien víctima posible de la gran tragedia: es amputación de tierra, tierra derivada y a la deriva, cuando es continental; cuando es oceánica es tierra inundada o a punto de serlo, naufragio que sale a flote pero que pronto será reclamado por el mar al que pertenece. Precisamente allí, en una isla, comienza toda la mitología de Lost. Quizás el verdadero problema de toda la serie puede ser determinar si la Isla tiene características oceánicas o continentales. Veamos.

La historia de Lost presenta un mundo ancestral, mucho más lejano que la propia antigüedad. Un mundo en el que hombres y dioses aún no se distinguían, mundo originario. Sólo que este mundo-origen se presenta con una imagen derivada de la Tierra, es decir, una Isla: esto significa que a través de la imagen de la Isla tenemos la imagen misma de la Tierra, a escala micro por supuesto. Deleuze plantea que toda isla es como un huevo, un hábitat que se cierra al exterior, pero también se ve amenazado por él. Todo en la Isla ocurre hacia adentro y todo en función embrionaria, y desde adentro todo se rompe y la Isla-huevo se destruye o se hunde. Por esto toda Isla está abandonada (en acto o en potencia), ella misma es abandono, sobre ella se cierne la tragedia, el estado de sitio insular es la catástrofe, toda Isla está a punto de sucumbir. En Lost la relación Isla-Catástrofe es intensa a lo largo de la serie. Por otro lado, ninguna Isla debe ser encontrada por un hombre, pues cuando éste la encuentra sobre él cae la maldición de la Isla, es decir, la Soledad y el Destierro. Precisamente lo que les ocurre a los personajes de Lost. El hombre insular está siempre atrapado en el huevo que le impide salir y todo huevo es límite de desarrollo. El hombre insular es embrión eterno que tiene ante sí el gran desierto acuático (el agua de mar es infecunda para la tierra, es tierra estéril, desierto). Todos los personajes de Lost viven esta situación: han llegado por una catástrofe (un naufragio o un accidente de avión) y se aprestan a enfrentar otra (el hundimiento y/o destrucción de la Isla). Sobre este eje parece sostenerse argumentalmente la serie, como sabremos sólo hasta el final de la última temporada, donde el carácter mitológico y místico se apropia definitivamente de la estructura narrativa. Los personajes son, entonces, sobrevivientes de una catástrofe individual cuyo destino será impedir la catástrofe colectiva. Siempre están en estado embrionario, de indeterminación. De lo que se trata, como para todo náufrago, todo sobreviviente, es de “vivir para contarlo”.

En este sentido Lost es una serie de aventuras, una serie de viajes (espaciales y temporales), viajes al interior-psíquico y al exterior-geográfico, viajes sin rumbo y de errancias interminables. Todos los tipos de hombre y de viaje renacen tras la catástrofe: el redimido (Locke: hombre que huye de sí para llegar a sí), el escéptico (Jack: hombre empeñado en no reconocer su destino), el ilusionista (Sawyer: hombre de los mundos infinitos, capaz de reinventarse siempre, pero a riesgo de perderse para siempre), el torturador (Sayid: el hombre de la verdad absoluta, el de la solución final, el de los fines sobre los medios), el creyente (Hugo: el eterno afirmador, el niño –quien al final será el protector de la Isla), el fugitivo (Kate: línea sin rumbo, eterno escape, separación irredimible e histérica. Kate es la imagen perturbada de la Isla). Todos forman, unidos, la conciencia de la Isla. Un poco como lo que ocurre en Viernes y Los limbos del Pacífico de Michel Tournier, donde Robinson es el estado conciente de la Isla, ya no iluminada por la razón como en el Robinson Crusoe de Daniel Defoe, sino emanante de luz. En Lost, precisamente, el centro de la Isla es una fuente de luz (o energía). Los Perdidos aparecen así como la forma dinámica de la Isla.  Y a través de ellos se recrea la mitología argumental, es decir, la búsqueda de orígenes y causas constitutivas. La primera y segunda temporadas de la serie saben tramar de manera brillante toda esta constitución mítica: la aparición del humo negro, los descubrimientos de la cueva y sus cadáveres, las escotillas, Los Otros, los susurros, las imágenes de muertos. De lo que se trata es que la Isla, a través de sus habitantes, se haga conciente de sí misma desde sus propios secretos atávicos y exija ser explicada, re-creada. Como toda Isla es renacimiento post-catástrofe, no origen sino segundo origen y recomienzo, en la Isla de Lost las cosas siempre vuelven a comenzar. Y esta es la explicación que da al final Jacob a sus candidatos: son candidatos porque todos están perdidos y deben volver a comenzar. Pero ningún comienzo parte de la nada: siempre se comienza con los restos del último naufragio y es allí donde el ciclo se activa, hasta la conclusión en una nueva catástrofe: “vienen, pelean, destruyen, corrompen. Siempre acaba igual”, les dice la Madre adoptiva a Jacob y su hermano. Y es precisamente lo que ocurrirá luego con la Iniciativa Dharma, hecho que nos hace suponer que esto siempre habría pasado cíclicamente: un grupo de hombres que buscan intervenir el carácter sagrado de la Isla y terminan siendo expulsados o asesinados por ella (o la fuerza que la circunda). Quienes construyeron la estatua de cuatro dedos, aparentemente una diosa egipcia de la fertilidad, seguramente sufrieron este destino, como los antiguos atlantes que según los relatos griegos fueron castigados por su soberbia. Como fueron castigados los constructores de la torre de Babel, como fue castigado Prometeo, como fue castigada la Tierra durante Noé. Todo es diluvial, regeneramiento, purga. Tal destino implicó a la Iniciativa Dharma precisamente: ser purgados y/o expulsados. Y de hecho, en su sentido más prístino y constituyente, la Isla misma sería el lugar donde se purga, un purgatorio. Si Stephen King no se hubiera adelantado con su diagnóstico quizás Lost hubiera podido ser una gran trama, pero la necesidad de los escritores por contradecir esta teoría del purgatorio avalada por King, derivó en una construcción artificiosa, puro urdimbre. La Isla fue el gran elemento filosófico de la serie y a su alrededor giraron los temas constitutivos de la reflexión, pues todo hombre espontáneamente se pregunta por el mundo y, como dice Derridá, “no hay mundo, sólo islas”.


4. Lost y ¿un nuevo tipo de televidente?

Dos tipos de espectadores vieron Lost. Quienes se interesaron en el recurso melodramático de las relaciones inter-personales de los personajes y los que quisieron elucubrar con el carácter mitológico que presentaba la Isla como personaje. De hecho todo apuntaba a que la trama de Lost sería, precisamente la que conectara con el interés mitológico. Un intento ambicioso y heroico de unir ciencia y religión, pragmatismo y misticismo, sin recurrir a figuraciones metafísicas. El intento presentó momentos brillantes e ideas geniales que al final fueron una gran promesa incumplida. En el último apartado pondré algunas preguntas inconclusas que impiden el carácter de trama a la serie. Lo que ahora vale decir es que la lúcida puesta en escena de la figura mística de lo insular hace de Lost un punto de referencia filosófica para distintos análisis que se emprendan desde la inquietante figura de Robinson, el gran mito de la Modernidad kantiana, sujeta a la profunda reflexión de Michel Tournier (en el mencionado libro Viernes y Los Limbos del Pacífico) y la caótica intervención kafkiana desde su usual genialidad en el cuento La Construcción. La Isla es, como dice Deleuze, la gran imagen “de un hombre extraño, absolutamente separado, absolutamente creador, en definitiva una Idea de hombre, un prototipo, un hombre que sería casi un dios, una mujer que sería casi una diosa, un gran Amnésico, un Artista puro, conciencia de la Tierra y del Océano, un enorme ciclón, una hermosa hechicera, una estatua de la Isla de Pascua”[1]. En una Isla todo movimiento es movimiento primario, de renacimiento y reconstrucción, y quizás esto determinó la creciente popularidad de la serie, desde una estructura neo-mitologizante, acudiendo a preocupaciones colectivas acerca de los orígenes dentro de un sistema complejo. El observador de Lost alcanzó a sentirse un poco filósofo, interesado en problemas constitutivos del ser humano: ¿dónde estamos, de dónde venimos, hacia dónde vamos?, sintiendo que cada pregunta generaba un grado mayor de complejidad y lo alejaba cada vez más de la posible respuesta. En este sentido Lost alcanzó dimensiones filosóficas y supo articular a través de estructuras rígidas del soporte televisivo un cúmulo de preocupaciones latentes de individuos indiferenciados tras expectativas de rating. La serie sugirió así quizás un nuevo tipo de televidente, uno desconocido, oculto tras las formas pasivas del consumo inercial; logró convencer al consumidor de que era un detective, un hermeneuta, un filósofo. No podríamos decir, desde luego, que la artificiosa resolución de la historia aborte esta pulsión hacia lo visual-hermenéutico, pero ahora mismo el decreciente interés por la serie en los múltiples foros, parecen corroborar el carácter de simple entretenimiento del producto. Al terminar Lost, sus televidentes quizás quieran correr despavoridos hacia “otra cosa para ver”, más allá de dedicar parte de su tiempo a la resolución de los enigmas que les mantuvieron en vilo durante seis años. Así, muy a pesar de la idea de Eco en torno a la opera aperta, Lost consiguió cerrarse sobre sí misma en un final auto-complaciente, sin dejar mucha posibilidad para la interacción con su público. Muy diferente a lo ocurrido con Twin Peaks, para los seguidores de Lost, la serie realmente terminó, los personajes realmente murieron, por lo cual parecería que no hay nada más qué decir.

5. Lost y los enigmas irresolutos (mis 25 preguntas a Lost)

A continuación y porque es inevitable en prácticamente todo artículo sobre la serie, una lista de preguntas que nunca fueron debidamente respondidas en los seis años de emisión:

1. ¿Cuál era el significado de los Números? Sabemos que su enigma se da porque Hugo los considera malditos y porque aparecen constantemente en la serie. Cada personaje tiene un número asignado y corresponde con las coordenadas que se ven en el faro de Jacob. Pero aún así, el sentido de los números no queda del todo aclarado con respecto a la vida exterior a la isla.

2. ¿Por qué, luego de girar la rueda en la Isla, quien la giraba aparecía en el desierto; cuál era la conexión de la Isla con ese punto del desierto?

3. ¿Por qué Jack no se convirtió en humo cuando bajó a la fuente de luz, como le sucedió al hermano de Jacob?

4. Al parecer no está muy claro si la estatua estaba ya antes de la llegada de Jacob y su hermano. De todas formas la indumentaria de los hombres que los trajeron no es muy clarificadora con respecto a épocas históricas

5. ¿Quién construyó la fuente de luz y el tapón?

6. ¿Por qué Jacob se refiere a la isla como un “corcho” o “tapón” cuando le explica a Richard? ¿Por qué, además, sabía lo que había abajo en la fuente, acaso su madre se lo dijo? Según ella, él no podía bajar, ¿o es que acaso bajó (lo cual lo hubiera convertido en humo)?

7. ¿Por qué Jacob vivía bajo la estatua, que sentido tenía?

8. ¿Realmente la Isla hundida que aparece al principio de la sexta temporada es un ardid para confundir a los espectadores?

9. ¿Quién mató a los hombres que estaban con el hermano de Jacob? ¿Fue la Madre, y en ese caso, ella era algo así como el Humo Negro?

10. ¿Por qué sabía la Madre lo que ocurría en la fuente, acaso ella ya había bajado allí, y en ese caso, se convirtió en humo?

11. ¿El templo donde vivían Los Otros fue construido por los mismos que hicieron la estatua?

12. ¿Cómo lograba Ben invocar al Humo desde el cuarto secreto en Dharmaville?

 13. ¿Cuál era la importancia de Walt en la historia? (Aparentemente esta cuestión fue resuelta en el cortometraje fantasma que salió luego, cuando Ben Y Hurly van donde Walt para que vuelva a la Isla, pero esto deja más dudas que respuestas... ¿cuál, por ejemplo, será la función de Walt... reemplazar a Hurly acaso? o ¿Por qué esperar tanto para contactar a Walt?)

14. Christian se le aparece a Michael en el barco y le dice que ya puede irse en paz. ¿En ese momento todavía era el Humo y si es así, cuál es el objetivo de decírselo? Además, como él mismo lo dice, cruzar el mar no es una labor fácil para el Humo, así que ¿cómo llegó hasta el barco?

15. ¿Cuál fue realmente la misión de la Iniciativa Dharma? ¿Los llevó Jacob, como a todos los demás? ¿Quién mandaba la comida por aire y cómo era esto posible si la isla se movía permanentemente? Además, si quienes trabajaban en la escotilla seguían trabajando para Dharma, ¿por qué Los Otros nunca intervinieron en la estación Cisne? (El cortometraje fantasma posterior a la serie parece contestar el tema de la comida, pero nos deja otra duda: ¿quién financiaba todo el trámite de envío y cómo se mantenía una bodega tan grande, a cargo sólo de dos personas? Digo esto porque según el corto, Ben indemniza a sólo dos trabajadores de Dharma, y nunca nos muestran si hay más...) 

16. ¿Cómo funcionaban las torres sónicas de seguridad contra el Humo?

17. ¿Quiénes serían los cadáveres que estaban en la fuente de luz cuando Desmond bajó?

18. ¿Quién era realmente y que don tenía el japonés del templo, era  una especie de aislante contra el Humo?

19. ¿Por qué el Humo no podía entrar en el templo, ni en la cabaña, mientras hubieran cenizas alrededor?

20. ¿Por qué Sayid revive en la fuente del templo, si esta según dijeron ya estaba contaminada? Incluso, ¿en qué consistía dicha contaminación, acaso tiene que ver con la Infección de la que habla Rousseau, fue por eso que en una Estación decía cuarentena?

21. ¿Qué pasa con la cabaña, por qué estaba rodeada de ceniza, estuvo allí atrapado el Humo?

22. ¿Cuál era la función de Widmore? ¿Por qué Jacob dejó que Ben expulsara a Widmore y luego según parece, le dice que vuelva, acaso lo necesitaba afuera por alguna razón? Y si es así, ¿por qué a  Widmore le costaba tanto encontrar la Isla para regresar, acaso Jacob no le podía decir cómo llegar, acaso lo necesitaba justo en el momento en que llegó, y si es así, por qué no antes?

23. ¿Por qué Richard y el grupo de Los Otros vivían en la selva y no en el templo?

24. ¿Qué relación tenía Ben con el Humo y por qué, además de poderlo invocar, también tenía relaciones con Richard que estaba con Jacob, por lo cual era enemigo del Humo?

25. ¿Cuánto tiempo llevaba en la isla la Madre sustituta de Jacob y por qué estaba sola?

(FIN DE LA PARTE 2)



[1] Esta preciosa definición de Deleuze nos conecta con los puntos más sensibles de Lost: el hombre casi dios, absolutamente separado y creador nos recuerda perfectamente a Jacob, el gran urdidor de tramas, fabricante de destinos, gran hechicero manipulador que guía vidas enteras como personajes de un gran argumento, hombre separado y absolutamente solo, gran Amnésico que no sabe de dónde viene, que ha perdido su pasado. Por otro lado está la mujer casi diosa, gran hechicera, su Madre y el gran ciclón, desastre inminente, su hermano, el misterioso Humo Negro. Y para asombrarnos aún más, como si Deleuze hubiera visto Lost (o los creadores de Lost hayan leído y copiado sin reconcerlo, estas ideas deleuzianas), nos menciona la gran imagen de la Estatua (uno de los elementos más perturbadores de la serie, sobre todo porque nunca fue explicada).

LOST: LA URDIMBRE SIN TRAMA. Parte 1


Por Juan Diego Parra V.
Abstract
Aún es muy pronto para determinar el verdadero impacto de la serie Lost. Sus seguidores fueron fieles a una promesa de resolución de enigmas, sin embargo, una vez esta promesa se incumple a pesar de que la serie llega a su fin, ¿será posible que este producto televisivo llegue a ser algo más que una ingeniosa propuesta de entretenimiento? En este artículo revisaremos ciertas características del fenómeno Lost dentro de la cultura de masas.

1. Lost como fenómeno mediático

A un poco más de dos meses (fecha de escritura del presente ensayo) del final de Lost, el desaforado interés mediático que acompañó la serie parece haber perdido todo su impulso. Los innumerables foros que discutieron durante seis temporadas el desarrollo de la compleja historia sólo dan estertores insípidos de espectadores atrasados en el visionado de la serie que sólo atinan a opinar de acuerdo a la relatividad del gusto subjetivo. Algunos expresan su disgusto por un final complaciente y otros más terminan por resignarse a la imposibilidad resolutiva de las tramas abiertas conforme se consumían los capítulos. Las expectativas generadas por el final de la serie, como era previsible, superaron con creces el resultado final ofrecido por los escritores y todo derivó en cierta resignación motivada por las características propias del producto de consumo: muchos se conformaron con decir que, de todas maneras había que estar agradecidos con todo lo dado por la serie, pues, al final de cuentas no era más que eso: una serie de televisión y no un tratado filosófico.

Pero, ¿a qué nos referimos cuando usamos el término serie televisiva? Un poco robando la brillantez analítica de José Luís Pardo, tendríamos que determinar dos conceptos básicos dentro del desarrollo de la experiencia estética determinada por un fenómeno de conformación textual en la gran trama de la cultura y otro de moldeamiento y modulación discursiva en la gran urdimbre técnica. Decir, al fin, que como los productos de un tipo de trama masificante (cultura de masas), capaz de transfigurarse en sociología del rating, Lost privilegia un desarrollo seductor y atrayente, aún en detrimento de su propia consistencia argumental. Que la mayoría de líneas argumentales abiertas dentro de la gran trama no hayan sido debidamente enlazadas en el tejido (texto) general, demuestra que tales líneas fueron urdimbres o tretas con fines más de audiencia que de argumento, llevadas a cabo con sobriedad y eficiencia casi hasta el final, hasta generar la inusitada expectativa creciente durante cada temporada, de una suerte de espectador-consumidor individuado que buscaba hacerse visible elucubrando en cuanto foro virtual aparecía en la web. Así que, sin traicionar el carácter sociológico del rating, en el que lo cuantitativo se superpone a lo cualitativo, la serie fue capaz de despertar un interés reflexivo, aunque al final no pudo darle la suficiente consistencia.

Lost ha sido calificada como una serie de culto. Esto es un poco cuestionable. El sentido de lo cultual tiene que ver con aquello que congrega en torno a una gran trama (o argumento) que se va urdiendo conforme pasa el tiempo, logrando unificar experiencias colectivas de acuerdo a una emocionalidad común, y Lost de cierta manera parece cumplir con este cometido, pero debemos clarificar, conforme lo dicho hasta aquí, que el sentido serial (Lost es una serie) exigido por un soporte como la Televisión, obliga a renunciar a una verdadera trama según necesidades de consumo masivo, por lo cual siempre se trata de (literalmente) maquinaciones, conjuras e intrigas, tanto dentro de la historia como por fuera de ella. Por esto mismo, el carácter masificante de Lost se obtuvo por la capacidad intrigante de sus espectadores que, como detectives lograron reescribir casi totalmente la serie de acuerdo con sus hipótesis individuales. Parecía como si hubiera una Lost para cada espectador que se sentía de una u otra manera sujeto a demostrar su capacidad de comprensión ante colegas de gusto. Al final nos dimos cuenta de que Lost era más urdimbre que trama, de que buscaba más inquietar y seducir (o seducir a través de la inquietud) que realmente exigir un esfuerzo intelectual.

Lost motivó el gozo estético del gusto para un individuo que necesita hacer parte de un clan, grupo social o tribu (a través de foros de discusión y análisis –término este excesivamente condescendiente-). Un individuo fragmentado que se sabe excluido de toda forma de colectividad, es decir, de trama, y debe inventarse una a través de artefactos electrónicos, según lazos electrónicos con amigos virtuales. La demostración fehaciente de nuestro mundo, urdido por la falta de argumentos. Lost es eso, precisamente: ardides narrativos que ocultan una gran falta de argumentos (o  tramas). De aquí que su formato sea precisamente La Serie, lo serial, es decir, aquello que se actualiza periódicamente, o si se quiere, que muta y se transforma de acuerdo a variables inevitables en su transcurso temporal: contraste perfecto de vidas que cada día se consumen en la tortuosa e inane cotidianidad que nunca se renueva, que nunca se actualiza, vida diaria detenida en las repetitivas labores de la rutina. El impacto de lo serial en la televisión radica precisamente en atacar la sensación de permanencia inmutable de la rutina diaria con capítulos que se dirigen progresivamente a una conclusión satisfactoria. Para una serie de Tv, las variables implicadas en su tendencia a la actualización son la aceptación por parte de la audiencia, de aquí que en general las series no “terminan” sino que se agotan, agonizan, inanes, por falta de audiencia, falta de atención, se mueren por invisibilidad. Y es que, precisamente, la audiencia exige ser sorprendida, entretenida, como masa consumidora exige satisfacción, placer, gozo. La Tv, en general, es un campo de hedonismo arbitrario e irracional, legitimado por la capacidad individual de consumir desde la casa, con la apariencia de una libertad absoluta que se sostiene en las manos, con un nombre casi prosaico: el “control remoto”, “el mando a distancia”. Un individuo que se siente libre de (por, para, con) cambiar de canal, es soberano del imperio de la pantalla. Lost, en tanto serie de televisión, no sólo no es ajena a esta relación, sino que, quizás como ninguna otra serie ha sabido promoverla magistralmente. Su impacto mediático tuvo que ver no tanto con su capacidad transgresora de los códigos televisivos sino con la exacerbación de ellos.

2. Lost como renovación aparente de la estructura visual

Estructuralmente Lost estimula el deseo desde la carencia. Su relación con la incertidumbre no se dirige tanto a la actividad intelectual donde el pensamiento se fuerza a pensar, sino a una más pasiva forma de espera por resoluciones. Lost funciona según la promesa explicativa y no según un forzamiento implicativo como lo hizo en su momento la genial Twin Peaks. Si bien el espectador de Lost se degustaba elucubrando, su actitud nunca era sacrificial (es decir, investigativa, de pesquisa y reflexión seria), sino totalmente hedonista, de ensimismamiento y adoración de sí mismo. La degustación del producto nunca se veía amenazada por el disgusto del esfuerzo y la dificultad intelectual. Lo que importaba era demostrar las teorías, adivinar y después, si se contaba con algo de suerte, atinar, como en un juego de azar. Pero si se fallaba no había problema y ningún compromiso intelectual. El pensamiento nunca estuvo en riesgo de perderse, de errar. Lost nunca fue un laberinto, sino una gran línea recta que, por ilusiones ópticas, parecía ofrecer múltiples alternativas, mundos posibles.

El hecho de que su final ya se revelara con la prematura declaración de Stephen King en 2005, quien adhirió a la teoría divulgada en Internet acerca de la Isla como purgatorio, quizás perturbó tanto a sus creadores que hubieron de privilegiar, como decíamos arriba, la urdimbre a la trama. Lost se llenó de matices provocativos e inquietantes, toda serie de alternativas teóricas que iban desde la mitología hasta la física cuántica o la teoría de supercuerdas, estímulos permanentes para las elucubraciones. Nunca negaremos que tales subterfugios teóricos funcionaron perfectamente y que la serie alcanzó dimensiones de complejidad quizás al nivel de Twin Peaks, pero tampoco seríamos totalmente honestos si evadimos el hecho de que el sentido final de la historia es muy inferior a las expectativas creadas. Muchos seguidores fervientes de la serie, optaron por resignarse y otros, apabullados por el juicio de otros seguidores, terminaron por callar su inconformidad. Al fin todos se dieron cuenta de que había que cerrar el libro, pasar la página, ver otra cosa. A pesar de todo, también pudo ser un alivio saber que en el fondo todo no fuera más que truco, que nada pudiera ser totalmente sorprendente, y que al final sólo hacemos esfuerzos por ocultar lo más obvio: que la vida sigue tal cual es, cotidiana, rutinaria, insípida, aunque, a veces, tenga paréntesis de ensueño. Y Lost casi fue, intra y extra diegéticamente, un gran sueño, si consideramos el sentido profundo de Calderón, una pequeña muerte antes de morirse del todo, porque entre sueño, muerte y fantasía no hay muchas diferencias. Y esto es lo que, precisamente, termina por concluir la historia de los personajes: el tránsito fugaz entre un sueño y otro, al que se le llama vida o existencia. Tan solo el sueño soñado por un soñador soñado, si adherimos esta conclusión a una idea borgesiana. Precisamente el deseo de llegar al fin a algún lugar, tener aunque sea una conclusión, después del agotador aplazamiento de la rutina. Lost es un producto, pues, que apunta directamente al estímulo directo del placer individuado dispuesto a consumir hasta que su aburrimiento se haga presente, es decir, hasta que el individuo presienta que el sueño ya no es atractivo o interesante. Lost prometió siempre llegar a algún lugar y aplazó la consumación del deseo, explotó al máximo el sentido estructural de La Serie: interactividad y modulación permanente en una línea convenientemente recortada. Esto nunca pudo hacerlo el cine y por eso, a través de Lost (quizás más incluso que sus predecesora X Files y su contemporánea 24), la televisión se reveló como una verdadera estructura visual, más allá,  incluso de ser una “forma narrativa”. Lost sedujo no por lo que parece “contar” sino por la manera en que lo cuenta.

El tema aquí es de estructura y no de narrativa. Por esto prácticamente cada tema que pudiera ser interesante para el individuo-consumidor podía incluirse, pues la estructura lo permitía; por eso prácticamente cualquier cosa podía contarse: Lost es una serie sobre mitología, sobre ciencia ficción, sobre reflexiones psicoanalíticas o filosóficas, es una serie de misterio, de suspenso, de aventuras, una serie cómica, absurda, dramática... Lost no es una sola cosa, no es una serie sobre “algo” en particular, sino una estructura visual que acoge cualquier tipología narrativa, cualquier género o especie de narración. Lost, como dice Saussure del lenguaje, es forma y no sustancia. De aquí que en su interior, al final, talvez sólo haya un gran vacío, quizás su valor resida en ser una red urdida, perfectamente fabricada para atrapar, aunque luego no se tenga claro qué hacer con las presas. A diferencia del cine donde es indispensable saber dónde y cuándo abandonar una obra, la televisión siempre está sujeta a que la abandonen sus espectadores, por eso casi nunca sabe hacia dónde ir. Pocas series de televisión supieron concluir antes de empezar. Entre ellas debemos contar como la mejor a Twin Peaks, por supuesto extraviada en unos cuantos capítulos, debido a la orfandad circunstancial cuando Lynch hubo de dedicarse a otro proyecto, y a ciertas presiones indecorosas y arbitrarias de la productora (ABC, la misma de Lost), esta serie supo dejarse ir sin renunciar a sí misma. Su capítulo más arriesgado fue el último, donde la última imagen podría ser quizás la más perturbadora de la historia de la televisión. Diferente radicalmente a Lost, donde su último capítulo fue el menos intelectual en función de un desbordado kitsch melodramático que obligaba casi de manera vulgar al llanto. Fue una despedida melosa y efectista, ahora sí, al mejor estilo formulista del Hollywood más manipulador.

Así, esta gran urdimbre que, al fin de cuentas, carece de trama o argumento, termina por morir, precisamente por falta de argumentos. Sólo queda un gran esqueleto ciertamente artificioso de referencias filosóficas, científicas y literarias: nombres de personajes que remiten a filósofos, discusiones en torno al destino, el azar, la ciencia y la fe; giros narrativos efectivos –y efectistas- que con eficiencia supieron torcer técnicamente las líneas del tiempo en flashes como analepsis y prolepsis,  hasta tocar la ciencia ficción de los viajes físicos al pasado y al futuro con sus respectivas paradojas e indeterminaciones. Nada desdeñable fue la directa reflexión en torno al freudiano conflicto con el Padre de todos los personajes, hasta el punto que uno de ellos (Locke) accede al parricidio por persona interpuesta (Sawyer). Todo esto atado a la promesa de ensamble final, cosa que no ocurrió, pero que da mucho qué pensar con respecto a un soporte que aparentemente no “soportaba” semejantes riesgos temáticos. Lost parecía contener todos los géneros cinematográficos sin renunciar en algunos aspectos a la ya tan desgastada fórmula del culebrón melodramático: misterio, suspenso, drama, ciencia ficción, noir, teen, se reunían y aglomeraban conforme se consumían las temporadas sobre una plataforma inquietante de “reality show” de supervivencia, tipo Survivors. Aunque, por supuesto, debemos clarificar que los riesgos propiamente visuales de la serie no son tan explícitos como los que se toman en The Sopranos, por ejemplo, y que la estructura de narración, a pesar de lo que parezca no es tan caótica como la de 24. Lost se aleja sustancialmente del cine y quizás busque destruirlo generando una necesidad de invadirlo con alguna suerte de secuela de la serie que, por lo menos hasta ahora, sus creadores se han resistido a prometer. Esto, sin embargo, no ha de creerse al pie de la letra, pues ya antes, luego de la sentencia de Stephen King sobre el final de la serie, los guionistas se apresuraron a negar toda posibilidad de tal teoría. Hoy sabemos que quizás un poco forzados por la situación, tuvieron que hacer algunos ajustes que desviaran la atención argumental, pero si hemos de ser honestos, hubiera sido mucho más consistente pensar en la Isla misma como purgatorio que en un semi-purgatorio post-isla, que hace de cada habitante un autor de ficciones biográficas que permiten la purga de errores del pasado. De todas maneras, el arsenal de líneas abiertas implica una reflexión que quizás haga de este ejercicio un intento muy modesto. Temas de dimensión conceptual como La Isla (es decir, lo que ella determina: Soledad, Abandono, Destierro), El Destino, El Azar, La Verdad, El Desierto, La Naturaleza, La Identidad, nos obligan a dedicar el resto de este texto a divagaciones muy sucintas. (FIN DE PARTE 1)